El detente insignia que se supone que debería hacer retroceder al diablo. Se llevaba sobre el corazón para impedirle el paso, y en la guerra se usaba otra versión en la que estaba escrito "Detente bala, ..." y que se suponía que tenía que parar las balas
durante la guerra civil española, los soldados carlistas solían llevar un detente, que era un pedazo de tela bendecida con la leyenda, bordada o estampada: «Detente, bala, que Jesús va conmigo».
Las medallas tienen mucha historia
JESUS PARDO
Monumento portátil. La palabra medalla viene del latín metallum, a pesar de que las medallas no siempre son metálicas, pues se han encontrado en yacimientos prehistóricos chapitas redondas de marfil, cuerno o barro, con un agujerito y una figura o garabato tallado de imposible interpretación, que se parecen sospechosamente a las medallas religiosas o militares modernas.
Si la medalla o medallón conmemorativo es, según dijo Giorgio Vasari, «un puente entre la pintura y la escultura», la medalla militar o la otorgada al mérito cultural o político será algo así como un templo o monumento portátil.
Pero la medalla del Congreso de EEUU que intentó colgarse José María Aznar, a través de los dos millones de dólares que el Estado español pagó para conseguirla a través del lobby Piper Rudnick, se inscribe en la iconografía democrática como puente entre la escultura, la pintura y la caricatura humorística.
La más antigua de las medallas es la militar. Y ésta, para el ex presidente español, estaba avalada por aquella inolvidable foto del trío de las Azores (pero Bush, hoy, ve con preocupación sus posibilidades de reelección tras el fiasco de la invasión de Irak; el 61% de los británicos exige a Blair, según las encuestas, información sobre lo que realmente pasó con las armas de destrucción masiva; el heredero de Aznar cayó en las urnas como una víctima más del 11-M).
Los ornamentos circulares de los estandartes militares romanos no tenían medallas en su centro, como al principio se pensaba, sino meros realces o convexidades decorativas. En cambio se sabe que los chinos ya tenían medallas militares en el siglo primero antes de Cristo.
En la antigua Grecia se concedían coronas al valor militar, y en Roma distintivos redondos y planos que eran verdaderas medallas, aunque se sujetasen al casco y no a la lóriga o peto, y también collares y armas de honor que el agraciado conservaba celosamente y enterraba luego consigo en su tumba: se han encontrado muchas.
Además, el legionario o soldado raso romano llevaba al cuello una medallita metálica identificativa con su número, a la cual se atribuían virtudes taumatúrgicas: los dioses protegerían la integridad física del que la llevaba, por ser defensor del imperio romano, y si, así y todo, moría, recibiría tratamiento preferente en el otro mundo.
Esta idea persistió en la edad media, pero solamente para los oficiales. El caballero altomedieval solía llevar bajo la armadura un trozo de tela con una cruz bordada por su dama; esto le protegía contra la espada enemiga si el amor de ambos era legítimo y si el caballero llevaba el trapito sobre el corazón en lucha contra los infieles, pero no necesariamente si ése amor era, por ejemplo, adúltero, o si el trapito protegía, pongo por caso, el hígado, y si la lucha era contra otros cristianos.
La relación personal entre el caballero y su rey, que es una idea medieval, se consagraba frecuentemente con prendas que el monarca daba a sus caballeros más fieles, invocando para ellos la protección divina. Y éste es, diría yo, el verdadero origen de las medallas militares modernas, al menos en Europa.
El Detente es heredero directo y legítimo de esos trapitos y esas prendas: durante la guerra civil española, los soldados franquistas solían llevar un detente, que era un pedazo de tela bendecida con la leyenda, bordada o estampada: «Detente, bala, que Jesús va conmigo».
Ya ve el lector lo poco que cambian las cosas por mucho que pase el tiempo: entre esas chapitas prehistóricas de marfil o barro y el detente franquista, pasando por los trapitos bordados de la Edad Media y sus numerosas variantes durante los siglos intermedios, apenas hay diferencia: ¿quién nos dice que los garabatos que hay en esas chapitas no sean el equivalente prehistórico de la cruz cristiana?
La medalla convertida en condecoración por toda clase de méritos data de fecha más moderna: cierto es que las primeras que se hicieron en Inglaterra fueron bélicas, en honor de los vencedores de la Armada Invencible, en tiempos de Isabel I, pero en España las más antiguas, y todavía vigentes, datan de principios del siglo XIX. La diferencia esencial está en que éstas no se llevan en la guerra, sino que desde el principio se usaron en festejos o ceremonias oficiales o sociales.
En ambos casos, el origen lejano de estas medallas modernas ha de buscarse en las cruces que se bordaban en sus mantos los caballeros de las órdenes militares medievales, a las cuales seguían atribuyéndose virtudes taumatúrgicas. Y me parece evidente que la virtud de las medallas modernas seguirá estando en relación directa con el grado de fe de su usuario en el derecho divino del rey que se lo haya otorgado.
Una medalla concedida por el senado norteamericano, por proceder de una república laica, como es también el caso de la Legión de Honor, carecerá, sin duda, de cualesquiera virtudes sobrenaturales.Así que José María Aznar no debe preocuparse. No era para tanto.
CLAVES
UN RECONOCIMIENTO CARO
El Gobierno «popular» se gastó 1,6 millones de euros en intentar que José María Aznar obtuviera la medalla. / La empresa contratada ha conseguido ya 306 firmas de congresistas en apoyo a la concesión./ George Washington, Thomas A. Edison, Tony Blair, Nelson Mandela o George Gershwin recibieron esta distinción.
durante la guerra civil española, los soldados carlistas solían llevar un detente, que era un pedazo de tela bendecida con la leyenda, bordada o estampada: «Detente, bala, que Jesús va conmigo».
Las medallas tienen mucha historia
JESUS PARDO
Monumento portátil. La palabra medalla viene del latín metallum, a pesar de que las medallas no siempre son metálicas, pues se han encontrado en yacimientos prehistóricos chapitas redondas de marfil, cuerno o barro, con un agujerito y una figura o garabato tallado de imposible interpretación, que se parecen sospechosamente a las medallas religiosas o militares modernas.
Si la medalla o medallón conmemorativo es, según dijo Giorgio Vasari, «un puente entre la pintura y la escultura», la medalla militar o la otorgada al mérito cultural o político será algo así como un templo o monumento portátil.
Pero la medalla del Congreso de EEUU que intentó colgarse José María Aznar, a través de los dos millones de dólares que el Estado español pagó para conseguirla a través del lobby Piper Rudnick, se inscribe en la iconografía democrática como puente entre la escultura, la pintura y la caricatura humorística.
La más antigua de las medallas es la militar. Y ésta, para el ex presidente español, estaba avalada por aquella inolvidable foto del trío de las Azores (pero Bush, hoy, ve con preocupación sus posibilidades de reelección tras el fiasco de la invasión de Irak; el 61% de los británicos exige a Blair, según las encuestas, información sobre lo que realmente pasó con las armas de destrucción masiva; el heredero de Aznar cayó en las urnas como una víctima más del 11-M).
Los ornamentos circulares de los estandartes militares romanos no tenían medallas en su centro, como al principio se pensaba, sino meros realces o convexidades decorativas. En cambio se sabe que los chinos ya tenían medallas militares en el siglo primero antes de Cristo.
En la antigua Grecia se concedían coronas al valor militar, y en Roma distintivos redondos y planos que eran verdaderas medallas, aunque se sujetasen al casco y no a la lóriga o peto, y también collares y armas de honor que el agraciado conservaba celosamente y enterraba luego consigo en su tumba: se han encontrado muchas.
Además, el legionario o soldado raso romano llevaba al cuello una medallita metálica identificativa con su número, a la cual se atribuían virtudes taumatúrgicas: los dioses protegerían la integridad física del que la llevaba, por ser defensor del imperio romano, y si, así y todo, moría, recibiría tratamiento preferente en el otro mundo.
Esta idea persistió en la edad media, pero solamente para los oficiales. El caballero altomedieval solía llevar bajo la armadura un trozo de tela con una cruz bordada por su dama; esto le protegía contra la espada enemiga si el amor de ambos era legítimo y si el caballero llevaba el trapito sobre el corazón en lucha contra los infieles, pero no necesariamente si ése amor era, por ejemplo, adúltero, o si el trapito protegía, pongo por caso, el hígado, y si la lucha era contra otros cristianos.
La relación personal entre el caballero y su rey, que es una idea medieval, se consagraba frecuentemente con prendas que el monarca daba a sus caballeros más fieles, invocando para ellos la protección divina. Y éste es, diría yo, el verdadero origen de las medallas militares modernas, al menos en Europa.
El Detente es heredero directo y legítimo de esos trapitos y esas prendas: durante la guerra civil española, los soldados franquistas solían llevar un detente, que era un pedazo de tela bendecida con la leyenda, bordada o estampada: «Detente, bala, que Jesús va conmigo».
Ya ve el lector lo poco que cambian las cosas por mucho que pase el tiempo: entre esas chapitas prehistóricas de marfil o barro y el detente franquista, pasando por los trapitos bordados de la Edad Media y sus numerosas variantes durante los siglos intermedios, apenas hay diferencia: ¿quién nos dice que los garabatos que hay en esas chapitas no sean el equivalente prehistórico de la cruz cristiana?
La medalla convertida en condecoración por toda clase de méritos data de fecha más moderna: cierto es que las primeras que se hicieron en Inglaterra fueron bélicas, en honor de los vencedores de la Armada Invencible, en tiempos de Isabel I, pero en España las más antiguas, y todavía vigentes, datan de principios del siglo XIX. La diferencia esencial está en que éstas no se llevan en la guerra, sino que desde el principio se usaron en festejos o ceremonias oficiales o sociales.
En ambos casos, el origen lejano de estas medallas modernas ha de buscarse en las cruces que se bordaban en sus mantos los caballeros de las órdenes militares medievales, a las cuales seguían atribuyéndose virtudes taumatúrgicas. Y me parece evidente que la virtud de las medallas modernas seguirá estando en relación directa con el grado de fe de su usuario en el derecho divino del rey que se lo haya otorgado.
Una medalla concedida por el senado norteamericano, por proceder de una república laica, como es también el caso de la Legión de Honor, carecerá, sin duda, de cualesquiera virtudes sobrenaturales.Así que José María Aznar no debe preocuparse. No era para tanto.
CLAVES
UN RECONOCIMIENTO CARO
El Gobierno «popular» se gastó 1,6 millones de euros en intentar que José María Aznar obtuviera la medalla. / La empresa contratada ha conseguido ya 306 firmas de congresistas en apoyo a la concesión./ George Washington, Thomas A. Edison, Tony Blair, Nelson Mandela o George Gershwin recibieron esta distinción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario